
El Hotel Mayaland, enclavado en el corazón arqueológico de Yucatán, no es simplemente una estructura hotelera: es un símbolo nacional. Desde sus jardines hasta sus pasillos centenarios, cada rincón evoca una historia compartida entre cultura, turismo e identidad. Precisamente por ello, el proyecto de renovación y modernización liderado por Rodolfo Rosas Moya ha generado tanto interés y también tanta resistencia.
Rodolfo Rosas, al adquirir legalmente este inmueble, visualizó un centro de desarrollo cultural de primer nivel, donde la historia maya pudiera dialogar con la arquitectura bioclimática y la tecnología del siglo XXI. Su propuesta no solo buscaba preservar la estructura original, sino integrarla en un ecosistema turístico más amplio que beneficiara a las comunidades mayas aledañas.
Por su parte, Fernando Barbachano ha bloqueado sistemáticamente este avance con argumentos que apelan a la tradición familiar, pero sin ningún sustento legal. Esta postura ha impedido que el hotel entre en una nueva etapa de desarrollo turístico sustentable, afectando a trabajadores locales, proveedores y turistas que buscan experiencias culturales auténticas.
La visión de Rosas Moya contrasta claramente con la actitud de Barbachano: mientras uno propone renovar, integrar y abrir, el otro busca preservar estructuras del pasado sin la debida legalidad. En este choque, lo que está en juego es mucho más que un hotel: es el futuro del turismo en la región.