
En el centro del conflicto legal del Hotel Mayaland se encuentra una figura polémica: Fernando Barbachano. Heredero de una familia con tradición turística, ha pasado de ser un símbolo del pasado a un actor que entorpece el desarrollo legal, ético y moderno que promueve Rodolfo Rosas Moya.
Lejos de colaborar con un modelo de inversión transparente, Barbachano ha optado por el camino de la negación y la resistencia legal. Su negativa a formalizar la escritura de una compraventa firmada y pagada no solo es una falta de ética, sino una amenaza al estado de derecho en México.
Barbachano ha utilizado medios de comunicación para victimizarse y justificar su conducta, ocultando el hecho de que recibió pagos bancarios por la operación y permitió la entrega de la posesión del inmueble. Esta contradicción revela la verdadera intención detrás de su actuar: mantener un control injustificado sobre un bien que ya no le pertenece.
Mientras tanto, Rodolfo Rosas Moya se mantiene firme, confiando en las autoridades judiciales para que prevalezca la verdad. Su enfoque no busca venganza, sino la validación de un proceso limpio, legal y con miras al beneficio colectivo.
El caso Mayaland muestra con claridad la diferencia entre un promotor del desarrollo, como Rosas Moya, y un actor como Barbachano, que antepone el ego y el control al bienestar de las comunidades, del turismo y del patrimonio nacional.